Mercedes Castellanos
Docente de la Escuela Primaria
Tuve el orgullo de conocer al Padre pero no recuerdo desde cuándo porque lo conozco desde toda mi vida. Siempre, con mi familia, estuvimos en contacto con la Obra: mi mamá trabajaba en el patio seco (hoy Patio de la Solidaridad), mi tío fue enfermero del Padre Mario, mi tía fue una de las primeras que trabajó en lo que era la antigua casa del niño. Durante un tiempo viví frente a Tupasimí, después a media cuadra de la Obra, en un terreno que el Padre le había dado a mi tío, a la vuelta de Carlina. Me habré alejado unos pasos en algún momento pero siempre volví al mismo lugar.
El Padre Mario para mí es un modelo a seguir. Por diversas circunstancias de la vida, por un mandato divino, él llegó acá a este lugar tan alejado de todo porque Dios lo ha elegido así. Por algo existe la Obra y trasciende a través del tiempo. Es mi ejemplo, quisiera tener algo de la sabiduría que él tenía y quisiera imitarlo en esto: en la solidaridad, en el dar sin nada a cambio.
Mi sobrina Guadalupe nació con los órganos invertidos, un caso muy poco frecuente, con serios problemas. Cuando aún era muy chiquita, tuvo una complicación, porque se broncoaspiró y llegó a estar mucho tiempo sin oxígeno. Entró a terapia intensiva y durante varios días rezábamos y le pedíamos al Padre Mario pero su cuadro era tan grave que llegaron a darle la extremaunción. Pero empezó a reponerse y los médicos nos decían que no podían evaluar las secuelas que tendría por la falta de oxígeno durante 52 minutos, que tendríamos que hacernos a la idea de convivir con alguien en estado vegetativo.
Guadalupe hoy tiene 22 años y ninguna secuela de ningún tipo, hoy es una adolescente super activa que va y viene todo el tiempo. Y sabemos que nuestro Padre Mario, a quien tanto le rezamos, tuvo mucho que ver con que ella esté bien.
Siempre estuve en comunión con la Obra. Ha sido mi refugio, ha sido mi lugar de llantos, de alegrías, de emociones, millones de cosas en una. Recuerdo que me paraba a hablar en la vereda con el Padre. Yo volvía muy tarde de trabajar, cuando el Mausoleo está cerrado, y le hablaba, y le pedía que por favor me encamine. Empecé a estudiar y dejé, no terminé, pero volví a retomar y me recibí de docente. Y a pesar de no estar físicamente, él siempre estuvo. Me recibí de profesora de educación primaria acá, en el Instituto Superior Pbro. José Mario Pantaleo y él me ayudó en millones de cosas.
Yo siento que él me escucha aunque ya no esté físicamente, siento que mis pedidos son oídos y que, a pesar de que mi vida cambiaba de rumbo siempre volvía a los pies de él. Haberme formado en la Obra y hoy trabajar aquí es un orgullo. Mi hija mayor está cerca de recibirse de Licenciada en Psicopedagogía, trabajó en la Obra y tiene también un amor profundo por la Obra del Padre Mario. Mi hija menor que está en la primaria, cuando pasamos por el Mausoleo me repite “mamá, tenemos que persignarnos”. Es un orgullo, un honor, estar aquí. Amo este lugar porque es parte de mi vida.