Carlos Garavelli, albacea testamentario del Padre Mario nos cuenta el legado de un viaje por Europa junto al Padre: cómo se gestó la estatua del Cristo Caminante que está entronizada en la capilla que lleva su nombre en González Catán
“En 1974, el Padre Mario me solicitó que lo acompañara a Europa, un viaje con Alemania como destino principal. Su petición surgió debido a su limitado dominio del inglés, así como a su necesidad de apoyo en aeropuertos, estaciones de trenes y manejo de automóviles. Viajamos con un grupo de fieles seguidores que se cubrieron los gastos de su pasaje (y yo me pagué el mío).
Durante nuestro periplo, nos hospedamos en los hogares de amigos que vivían allí.
Nuestra primera parada fue París, donde fuimos recibidos por una compatriota argentina que gentilmente nos acogió en su hogar, ubicado en un pintoresco pueblo cercano. Allí vivía con su esposo ciego, quien encontraba consuelo en la presencia del Padre Mario.
Desde París, continuamos nuestro trayecto en tren hacia Estrasburgo, y luego hacia Munich, donde nos esperaba la familia Rassmussen, que generosamente nos brindó alojamiento en su hogar. Durante nuestra estancia, experimentamos la novedad de ver un partido de fútbol en televisión a color por primera vez, tanto para el Padre Mario como para mí.
En Munich, tuvimos el privilegio de conocer a un colaborador excepcional, el Padre Matías Kollen, quien nos facilitó un encuentro con Monseñor Mulbacherr, de la diócesis de Rottemburgo, que pronto se convirtió en un gran amigo del Padre Mario.
Los Rassmussen nos proporcionaron la dirección de un talentoso escultor llamado Georg Winkler, cuya casa-estudio estaba ubicada a orillas del lago Constanza. Lo visitamos y quedamos impresionados por su trabajo. El Padre Mario le encargó una estatua de madera. Para superar las barreras lingüísticas, el Padre se comunicó con el escultor posando en su jardín con un palo en la mano, mostrando así cómo deseaba que fuera la figura que tenía en mente.
El 13 de octubre de 1975, esa imagen que luego sería entronizada como “Cristo Caminante” llegó a la capilla que el Padre Mario construyó en su nombre, en González Catán.
La imagen fue donada por personas agradecidas al Padre y traída desde Alemania”
“Es para todos nosotros un gran regocijo festejar nuestro patrono, el Dios del cielo y de la tierra, el Dios de mi salud y de mi enfermedad, el Dios de mi perdón, de mi reconciliación, el Dios de mi esperanza, de mi vida, de mi luz y de mi felicidad. Aquí está nuestro Dios el Cristo Caminante, para cada uno ha llegado, a cada uno ha dado su invitación a cada uno ha iluminado con su luz, con su amor y con su gracia.”
Padre Mario Pantaleo. Siervo de Dios
Homilía del Domingo 14 de octubre de 1990