Llegué a la Obra en 2001. En aquel año vivía en Quilmes, mi ciudad natal. Ya egresada de la Universidad Nacional de Quilmes como licenciada en terapia ocupacional, comencé a trabajar en un cargo provisorio en el equipo de apoyo de una escuela pública. Al tiempo, Marité Fernández, profesora de la universidad y que trabajaba aquí, en la Obra, coordinando los proyectos de inserción laboral de los alumnos, me alentó a presentarme y ser parte de esta institución.
Fue todo un desafío a nivel profesional y personal: entre otros, más de dos horas y media de viaje. Al principio, venía sólo tres días a la semana y después, aumenté mi carga horaria y comencé a venir todos los días.
Actualmente vivo en Ramos Mejía, para acortar la distancia, pero recuerdo cómo comencé a hacer de este espacio, mi lugar. Pienso en mi recorrido y parece increíble que hayan pasado 16 años. Además, desde el presente ciclo lectivo con nuevas responsabilidades y compromiso: vicedirectora del Centro de Formación Integral Santa Inés.
Siempre quise estudiar y trabajar para mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad, particularmente, en lo referido a las barreras que se les imponen en la vida. Debemos favorecer su accesibilidad a través de la ocupación, para que sean sujetos activos. Por ello, elegí ser terapista ocupacional y encontré en la Obra una segunda oportunidad para hacer lo que más me gusta.
La Obra me invitó a pertenecer, a ser parte. Creía que iba a pasar por aquí durante un año y me quedé, elegí quedarme. Y me hace sentir bien estar en un lugar que todos reconocen. Por eso, es que yo me siento parte de la Obra.