La ObraSoy Parte

“Aunque había conocido al Padre Mario muchos años antes, comencé a trabajar en la Obra recién un año después de su fallecimiento.  Allí me llevó mi primo Carlos en setiembre de 1993, y recuerdo muy bien ese primer viaje, cuando tras la autopista a Ezeiza nos fuimos alejando cada vez más.

En Ciudad Evita comenzó la aventura por lugares desconocidos. Al llegar por ruta 21 a Laferrere pregunté si faltaba mucho. Las casas eran cada vez más humildes y con más gente por todas partes. Un sábado de mañana, y con feria callejera, Laferrere parecía la India, por la cantidad de personas y tiendas al costado de la ruta “¿Falta mucho todavía?”…. La desazón me ganaba en cada metro que avanzábamos.

–  ¿Te parece que podré realizar el trabajo yendo y viniendo desde Rosario? – pregunté.

–  No. – Fue contundente, Carlos. – Si te vas a hacer cargo de la administración de la Obra tendrás que mudarte a Buenos Aires y venir todos los días a Catán.

Finalmente llegamos. Vimos desde afuera el  Jardín y las escuelas Primaria y Secundaria, visitamos la Iglesia y la Policlínica. No había gente. Por esa época no venían visitantes a la Obra: aún era el tiempo de silencio pronosticado por Mario. Los peregrinos llegarían después.

Comencé preparando una auditoria sobre la gestión de la panadería. En ese momento procesaba 30 bolsas diarias de harina y trabajaban 14 personas con dos vehículos de reparto.

Al año, conociendo ya la Obra y con muchas ganas de sumarme, me mudé de Rosario a Capital, y cuando comenzaron a llegar los peregrinos, estaba viviendo en González Catán.

Hoy, con 18 años ininterrumpidos de labor, he sido auditor, administrador, gerente, representante legal, apoderado y director general de ambas fundaciones. Hemos pasado tiempos de bonanza económica, y de dura crisis. Tiempos de estabilidad, y de tempestades. Tiempos en que no nos alcanzaban los recursos ni para pagar los sueldos, y tiempos en los que pudimos seguir construyendo edificios inconclusos, como el Polideportivo y la Universidad.

Pero ante todas estas disímiles vicisitudes, he vivido siempre un factor común a todas las circunstancias: ¡he sido siempre muy feliz! He contado con el apoyo de las máximas autoridades y de todo el personal. Y, por sobre todas las cosas, siempre hemos “sentido” – especialmente en los periodos más difíciles e inciertos –  la presencia y el apoyo del Padre Mario en su Obra”.

Alberto R. Garavelli
Director General de la Obra del Padre Mario

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