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En el año 2000, cursaba mi último año de la Licenciatura en Trabajo Social, trabajaba en una fábrica de corbatas como empleada administrativa y buscaba un lugar donde poder ir poniendo en práctica lo aprendido en mi carrera. Fue así que unas compañeras me comentaron de la Obra del Padre Mario y que había posibilidades de colaborar con algunas tareas. Así que no dudé y vine a conocer la Obra porque no tenía ninguna referencia, sólo lo que me habían comentado mis compañeras.

Y descubrí un mundo extraordinario: no me imaginaba un lugar tan grande. Llegué en un momento de crisis y empecé a colaborar en el CePAS. También estaba en crisis el edificio, pero teníamos que seguir adelante porque la gente que necesitaba ayuda debía ser ayudada. Ese era el camino que teníamos que seguir. Fue, entonces, un momento de pensar respuestas para quienes lo necesitaban y continuar con la misión que tenía la Obra. Y a partir de ahí se generaron espacios nuevos, de la nada, entre los que estábamos ahí: cómo resolver situaciones en medio de una crisis que estaba afectando a toda la sociedad.

Hoy la Obra más grande aún y es también una gran familia que sigue el legado del Padre Mario. La he visto crecer en este tiempo de la mano de las personas que la llevan adelante. Cada uno desde el lugar que ocupa, aunque sea una acción muy simple, ayuda a construir. Por eso creo que es tan importante el trabajo y la presencia de cada uno de los que participan de la Obra.

Me gusta pensar cómo, a veces, pequeñas acciones que responden a la realidad se transforman en grandes oportunidades. En aquellos años de crisis, en el CePAS comenzamos a ver que había muchos chicos con necesidad de apoyo escolar. Y lo hacíamos como un pequeño espacio dentro de nuestro trabajo. Hoy, esa pequeña acción ha tomado la forma del Centro Educativo La Huella.

Haber empezado como voluntaria fue una experiencia extraordinaria. El intercambio con la gente es un aprendizaje para mí. Hoy, desde mi rol, me toca acompañar a las familias en su desarrollo, brindar nuevas oportunidades que les permitan llegar a nuevos logros, y esto lo hacemos a través de los proyectos que tenemos en nuestro Área.

Me siento agradecida y con mucha responsabilidad por ser parte de la Obra, continuar con el legado en cada una de las acciones y propuestas. Creo que lo más importante que tiene la Obra es que en cada una de las propuestas, acciones y servicios, buscamos tender una mano ante la necesidad del otro. Y no me refiero sólo a lo material, sino también al tiempo de escucha, a comprenderlo, a estar atento, a dar un abrazo.

Tengo el privilegio de vivir esto: empezar como voluntaria, sumarme a la propuesta de padrinazgo, ser parte del inicio, desarrollo y crecimiento de numerosos programas. Hoy puedo ver cómo muchos niños en ese momento y hoy jóvenes adultos han construido su familia, siguen estudiando, están trabajando. Este año varios de ellos inscribieron a sus hijos en La Huella recordando que este es un lugar que fue bueno para ellos y tienen buenos recuerdos. Y por eso quieren lo mismo para sus hijos.