Para mí, formar parte del Centro Educativo significa ver cómo cada día se cumplen sueños que desde muy chico fui anhelando. Siempre imaginé que mi trabajo iba a ser la docencia, divirtiéndome como profesor de educación física.
Al ingresar en la escuela secundaria tuve en mente que tenía que terminar para comenzar el profesorado, pero durante el transcurso de la misma me di cuenta que mi objetivo no iba a ser divertirme, sino intentar cambiar la realidad que me rodeaba, de marginación, violencia, drogadicción e ignorancia.
Cuando estaba comenzando quinto año de la secundaria, en marzo de 1997, vi pegado un cartelito en un negocio, promocionando el Profesorado de Educación Física en la Obra del Padre Mario. Ese fue mi primer contacto con la Obra, y en ese mismo momento decidí que sería el lugar donde estudiaría.
Ya en el profesorado, el desarrollo integral de la persona estuvo por encima de cualquier técnica deportiva. Eso, sumado a las prácticas y a mis primeros trabajos me hizo ver que mi sueño de transformar la realidad era posible.
Y un buen día llegué al Centro Educativo como pasante. Cuando terminé, me fui declarando que volvería, que había “llegado para quedarme”. Comprendí que es un sitio que ofrece las propuestas que no existían cuando yo era chico. Es el lugar ideal para poder vivir haciendo lo que me gusta, lo que soñé.
Allí encuentro el apoyo necesario para realizar cualquier propuesta, contando con todos los medios para poder concretarla. Es una situación ideal. Cada día hay un nuevo desafío, cada día crezco como persona y como docente. Esto hace que mi motiva, luego de cuatro años, mi motivación, en lugar de perderse o estancarse, sea superior.
Hoy mi vida es el Centro Educativo, para mí el Centro significa vivir.