EducaciónSoy Parte
Ana Roldán

Ana Roldán

Mis primeros contactos con el Padre Mario los tuve hace muchos años cuando yo participaba en el grupo de jóvenes de la iglesia de González Catán y de tanto en tanto veníamos hasta acá. Era la época en que el Padre estaba armando la capilla pero no hice en ese entonces un trato tan frecuente. Recién me contacté directamente por Pablo Veloso y Josefina Nervo. A Pablo lo habían convocado para armar la escuela y un día me ofreció ser parte del proyecto junto con Elena Ramos y tantos otros maestros. Así que empecé en el 89 como vicedirectora, Josefina como secretaria y Pablo como director y, junto con Perla, representante legal. Unos años después tuve un accidente viniendo para acá y me lastimé mucho la pierna así que pedí un cambio de funciones y empecé a trabajar como secretaria de la escuela, hasta ahora que renuncié para jubilarme.

Al principio mi relación con el Padre era “rara”: yo sentía que lo tenía y no lo tenía. Me acercaba a veces temerosa hacia él porque era austero con las palabras. Pero pronto me di cuenta que era de pocas palabras pero justo, muy justo con lo que decía. Si nos tenía que marcar algo nos lo marcaba. Algunos dicen que era cascarrabias, pero yo no lo siento así. Muchas veces nos cruzábamos a su casa y él se sentaba en el living y nosotros en el piso escuchándolo, era un placer cómo aprendíamos de su palabra. A veces iban los chicos también, todos sentados en ronda, aprendiendo.

Él tenía como objetivo los chicos y a uno como docente no le tenía que importar nada todo lo demás. Todo había que hacerlo en función de los niños. Y otra cosa con la que insistía era que el docente que tomaba el cargo tenía que ser humilde. Yo me imbuí mucho de eso que nos enseñaba el Padre. Él se ocupaba constantemente de cómo tenía que ser el maestro con los alumnos, y hacía hincapié en el afecto: debíamos contener a los alumnos con mucho afecto. Yo creo que su historia personal marcó definitivamente la escuela que él quería para la comunidad. Y por otra parte quería que los chicos del barrio salieran adelante, se superaran cada día, apostaba al futuro. Él creía firmemente que los chicos de acá debían tener los mismos derechos que los de sectores más favorecidos y que el docente debía buscar todas las estrategias para que nuestros alumnos aprendieran bien lo que tenían que aprender.

Nunca fui a pedirle demasiado. Yo hago al revés: más que pedirle prefiero agradecerle. Le agradezco el haber estado acá y seguir ahora, le agradezco haber formado mi familia, tener mi trabajo.

El fallecimiento del Padre Mario fue muy duro para todos. No sabíamos si la Obra iba a continuar o no, fue muy difícil. Fue tan lindo cuando pudimos ver que todos poníamos el hombro para que la Obra saliera adelante. Todos creíamos que él iba a ser eterno, y bueno, de alguna forma lo es.

A mí me costó mucho tomar la decisión de jubilarme, irme de acá. He dejado mucho en la Obra. Yo acá me siento como en mi casa, con gran orgullo digo que esto es parte de mi vida y también la gente que está acá. Perla es parte de mi vida porque siempre, junto con el Padre me han reconocido mi trabajo.

Espero que los que vengan en el futuro a trabajar en la escuela primaria tengan en cuenta todo aquello que el Padre Mario soñó para la escuela como mandato institucional y que cuiden a la gente porque durante todos estos años yo me sentí muy cuidada por todos los que pasaron y por las autoridades de la Obra.

Para mí la Obra es un pilar en mi vida.